El Zen, no se trata de una imposición, no enseña, sólo sugiere para que nuestra mente emprenda. Siempre me he sentido atraído por la idea, de una religión sin límites. La vida de cada día es zen. Unos lo ven y otros no lo ven.
No es importante tener, sino ser. Nuestra riqueza es poco conocida por los demás y nos lleva a una pobreza sino la compartimos.
Lograr una calma espiritual, es un camino que nos conduce a la paz de espíritu, así cualquier reto se puede enfrentar con más lucidez y conciencia.
El zen consigue que la mente y el cuerpo dejen de ser opuestos y se conviertan en semejantes. Emisores de ondas estables.
Lo que trasciende el pensamiento, es no pensar. Primero entiende que eres nada, después puedes actuar.
Esta disciplina de la iluminación no se deja llevar por la metafísica, ni recitan mantras. La espiritualidad tiene como base lo cotidiano, lo sencillo, que cada acción sea una forma de trascender la parte personal y conectar de forma decidida con lo transpersonal.
Sin obtener nada, no detestes lo que piensas, no lo mantengas. Deja lo preconcebido, sé tu mismo sin añadir nada especial. Libre, deja de albergar, encuentra la espiritualidad, ya naciste así.
No me buscarías, sino me hubieras encontrado ya.