Desde que Jüng acuñó el término inconsciente, coleccionamos una historia fantástica de traumas, amarguras, remordimientos y falta de soberanía emocional. Esta colección de programas, los tenemos instalados en este lugar universal llamado inconsciente colectivo. Aunque cada uno viva los acontecimientos desde su puesto de observador, somos muy repetitivos.
El gran sabio suizo, estudioso emperdernido de la psique humana ya nos informó que cuando un ser humano hace un intento por ver su sombra, se da cuenta e incluso se avergüenza de impulsos que niega en sí mismo, pero que puede ver claramente en distintas personas: egoísmo, cobardía, apetito desordenado de dinero. Y es que toda personificación del inconsciente como la sombra o la idea de Dios son duales.
Es fundamental entender que el inconsciente es incapaz de procesar el “NO”. Si le decimos a alguien no corras, no tengas miedo, no pienses en un coche azul, automáticamente, nuestro cerebro inconsciente capta, corre, tiene miedo, piensa en un coche azul. Se requiere gran valor para tomarse en serio el inconsciente y ocuparse de los conflictos que plantea, sin resistencia.
La mayoría de las personas somos tan indolentes para pensar con profundidad en esos aspectos de nuestra conducta consciente, demasiado poco diestros para considerar cómo el inconsciente nos afecta.
La información del inconsciente aparece en forma de imágenes en sueños y visiones, probablemente por eso Jüng tenía un gran interés en la interpretación de los sueños y símbolos como forma de entender los cambios en la psique.
El inconsciente colectivo es algo innato a todos los seres humanos, incluso antes del nacimiento, esta especie de biblioteca universal de sabiduría a la que todos tenemos acceso, ya estaba operativa.
La única experiencia espiritual en la que nos debemos adentrar se encuentra en el reino interior de la psique inconsciente.